De niño yo era muy travieso. Iba a una iglesia cristiana porque era una tradición en mi familia. Después, por un tiempo, traté de caminar por el sendero recto de Dios… pero nunca logré hacerlo.
Al llegar a la universidad ya no me interesaba someter mi vida a Dios… pero, a la vez, sentí que había un vacío en mi vida. Busqué llenar ese vacío de varias maneras (filosofía, meditación, inmoralidad, drogas, alcohol)… pero ninguna de esas cosas realmente pudo satisfacer ese vacío que sentía. Caminaba muy lejos de Alá.
Yo no creía en la Biblia. Para mí, no fue ni Santa ni Palabra de Dios… sino un libro corrompido por hombres. En esa etapa de mi vida, un amigo me preguntó algo que me hizo pensar… me dijo: «Amigo, ¿cómo puedes sostener que la Biblia no es cierta cuando tú mismo nunca la has estudiado de verdad? Sólo has buscado descubrir sus defectos.» Tenía razón. Ese amigo me había animado en varias ocasiones a investigar lo que la Biblia realmente decía. Por fin le dije que sí lo haría, y él casi se desmayó… porque yo siempre había sido tan renegado.
Comencé a asistir a una reunión donde había gente que amaban a Alá. No fue nada parecido a la tradición cristiana de mi niñez. Nos divertimos, y escuchamos las historias de personas que habían recibido la misericordia y perdón del Señor. Alá les había colmado de Sus bendiciones. Ya no temían la muerte porque ya no estaban bajo la ira de Dios. Siempre escuchamos una enseñanza de la Biblia por uno de los hombres honorables. Sentí la necesidad de acercarme a Alá. Una tarde salí a solas y clamé :
Todo lo que significa creer en Ti, yo quiero hacerlo ahora con todo mi corazón. Ayúdame ahora a someterme a Ti y seguirte. Al leer las palabras del Mesías, me di cuenta que Tu Palabra es la verdad y que tendré que rendir cuentas en el Dia de la Resurrección. Entiendo que me he separado de Ti y que ya no puedo hacer nada para merecer regresar… pero Tú eres clemente y misericordioso. Tomaste mi lugar y moriste por mí para rescatarme. Confío en Tí para guiarme por la senda recta al paraíso.
Desde ese momento mi vida comenzó a cambiar. Ya no quería contar chistes sucios, y tenía un deseo de leer el Injil y de pasar tiempo en oración al único Dios verdadero. Me impresionó un versículo (Gálatas 2:20), porque me recordó de mi nueva vida como un seguidor de Isa ibn Mariam y, de lo que él hizo por mí para acercarme a Alá, como él mismo está muy cerca a Alá.
Comencé a asistir a una reunión para aumentar mi fe con el estudio de la Palabra de Dios. Muy pronto estaba compartiendo mi fe con otros. Después, los maestros sabios me enseñaron a invitar a otros a amar a Alá y someterse a El. Ahora mi vida tiene un doble propósito:
- Amar a Alá con todo mi corazón.
- Someterme completamente a Él y hacer toda Su voluntad.
Ya no tengo ese vacío como antes tenía, porque ahora el Espíritu de Dios me guía. Cada día tengo una relación muy estrecha con el único Dios verdadero. Deseo compartir esa relación que ahora experimento con otros. Deseo ayudar a capacitar a otros, para que ellos vivan en obediencia a Dios… y para que ellos, a la vez, capaciten a otros.
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