Ven a escuchar, todo el que teme a Alá, y les haré conocer lo que Él ha hecho por mi alma. Zabur 66:16
Soy la mayor de seis hijos. Mis padres temen a Dios y se esfuerzan por criar a sus hijos según la voluntad de Alá. Desde muy pequeña me enseñaron a amar y adorar a Alá. Antes de cumplir dos años tomé la decisión de someterme a Su voluntad. A pesar de no tener muchas amigas de mi edad, crecí en una comunidad de gente que servía y obedecía a Alá. Muchas de las mujeres mayores me animaron a caminar en santidad. Yo quería ser una persona buena para traer honor a Dios y a la ummah. Busqué servir a los demás y ser un buen ejemplo para mis hermanos menores. Me dediqué a sobresalir en mis estudios y logré conseguir varias becas para la universidad. “Si puedo contestar preguntas difíciles acerca de Dios”, pensé, “podré ayudar a muchos a conocer el camino recto, y así recibiré más honor en mi ummah.” Por eso leí muchos libros acerca de Dios y proclamé la Verdad a muchas personas.
En mi casa y en la escuela fui honrada por ser una persona recta y dedicada a Alá. Pero, aun así, tenía un vacío dentro de mí. No creía que era en verdad una persona buena y me preguntaba si realmente sería aceptada por Alá. Todo esto me impulsó a esforzarme al límite, y me desvelaba preocupándome acerca de lo que necesitaba hacer para poder sentirme completamente aceptada en los ojos de las demás personas. Mi salud decayó drásticamente. Un dolor en el pie que me había molestado en mi niñez se extendió a mis dos pies y mis dos piernas. Llegó a tal grado que casi no pude caminar a mis clases. Avanzó hasta mis brazos y manos y ya no pude escribir. Ya no podía servir a nadie. Mi familia trató de consolarme, pero tuve un fuerte temor de ser rechazado por todos ellos. ¿Cómo me podrían amar si yo no era capaz de ganar su amor?
El Inyil compasivo dice que Alá nos ama, sin tener que ganar Su amor. Pero yo no lo creía en verdad. En todo mi dolor clamé a Dios, “¡Sálvame de esta oscuridad!” Luego seguí leyendo en el Inyil que ‘Isa (la paz sea con él) sanaba a los enfermos y limpiaba a los leprosos. Levanté la siguiente plegaria, “‘Isa, ven y sáname también. Yo pensaba que ‘Isa me sanaría instantáneamente para que podría volver a esforzarme mucho en servir a los demás. Pero no salió así. ‘Isa me mostró la oscuridad en mi corazón y las heridas profundas que traía dentro de mí. Me hizo entender que realmente no confiaba en el gran amor de Alá, aunque vivía en sumisión a Él. Fue entonces que ‘Isa (la paz sea con él) comenzó a sanar mi ser interior. Me dio un nuevo corazón que sí es capaz de confiar en Alá y recibir Su amor. Él empezó a curar las heridas de odio y amargura que traía en lo más profundo de mi ser. Después de todo eso, mi cuerpo también comenzó a sanarse.
Hoy puedo caminar sin ayuda y puedo escribir y trabajar con las manos. Ahora, al servir a Alá y somerterme diariamente a Su voluntad, tengo una nueva paz y un nuevo gozo porque ya no temo el fracaso. Si en el futuro vuelve el dolor en mi cuerpo, tengo la plena confianza que el favor de Alá seguirá conmigo. Ya que ‘Isa al-Masih vivió una vida perfecta, me sanó, y me llenó con vida nueva – sé que ahora Alá me mira con Su favor también.
Fátima
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